Entender quién es el Espíritu Santo determinará el resto de nuestro caminar en la vida. Comprender al Espíritu Santo es esencial para la vida de un creyente, ya que es el único que tiene el poder de ayudar a la iglesia en este tiempo. Sin embargo, para entender quién es el Espíritu Santo, primero debemos entender quién es Dios.
Tres Personas un solo Dios
El Espíritu Santo es la tercera persona de Dios en manifestarse; como un ser personal, individual, dotado de razón, voluntad, emociones y sentimientos. Es la persona ejecutiva de Dios. La iglesia está completamente a cargo y bajo la autoridad del Espíritu Santo. Cada creyente depende en lo absoluto de su influencia, poder y cobertura.
«Sin embargo, cuando el Padre envíe al Abogado Defensor como mi representante —es decir, al Espíritu Santo—, él les enseñará todo y les recordará cada cosa que les he dicho» (Juan 14:26).
«Cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad. Él no hablará por su propia cuenta, sino que les dirá lo que ha oído y les contará lo que sucederá en el futuro» (Juan 16:13).
Hoy tú y yo, gracias a la palabra de Dios tenemos toda la revelación de la deidad. Podemos ver claramente a Dios interactuando en nosotros a través de sus tres personas; que
«Cada creyente depende en lo absoluto de su influencia, poder y cobertura»
Dios esté compuesto de tres personas no nos hace politeístas ni hace a Dios tres tipos de dioses. Tal como lo dice la escritura, Dios es uno sólo Dios, pero está compuesto de tres personas: «Escucha, Israel: El Eterno nuestro Dios, El Eterno es uno solo» (Deu 6:4).
Te lo explico de la siguiente manera: imagina que «Dios» es una marca o es el nombre de una empresa. En esta empresa existe un directorio que está compuesto por tres personas; el Padre, Hijo y Espíritu Santo. Estas tres personas tienen grados jerárquicos, funciones y roles diferentes. Pero comparten la misma naturaleza en cuanto a capacidad, voluntad, propósito y carácter. Los tres son preexistentes desde siempre; son omniscientes, omnipotentes y omnipresentes. Igualmente santos, justos y coexisten indivisiblemente. Todo esto los hace un sólo Dios aunque sus roles y funciones sean distintas.
En el caso de la salvación:
- El Padre escoge
- El Hijo redime
- El Espíritu Santo atrae y sella
«Dios Padre los conocía y los eligió desde hace mucho tiempo, y su Espíritu los ha hecho santos. Como resultado, ustedes lo obedecieron y fueron limpiados por la sangre de Jesucristo. Que Dios les conceda cada vez más gracia y paz» (1Pe 1:2).
En el caso de las actividades que debe cumplir la iglesia tanto para su edificación así como la evangelización:
- El Padre determina las actividades a desarrollar y la misión que debe cumplir cada miembro de la iglesia
- El Hijo designa los ministerios
- El Espíritu capacita
«Hay distintas clases de dones espirituales, pero el mismo Espíritu es la fuente de todos ellos. Hay distintas formas de servir, pero todos servimos al mismo Señor. Dios trabaja de maneras diferentes, pero es el mismo Dios quien hace la obra en todos nosotros» (1Co 12:4-6).
Quién o qué es Espíritu Santo
Para algunos creyentes el Espíritu Santo es «quién» y para otros -por la forma en que interactúan o se refieren a él- es «qué». Quién vea y se relacione con el Espíritu de Dios cómo alguien que tiene voluntad, carácter, sentimientos, emociones y un rol específico, entenderá claramente que el Espíritu de Dios es una persona. En cambio, cualquiera que se relacione con el Espíritu Santo como si éste fuera un poder, una energía o una extensión de Dios. Para esa persona el Espíritu Santo no es un ser personal, sino más bien algo. Aunque esto parezca absurdo, hay muchos creyentes que por ignorancia o una enseñanza torcida, ven al Espíritu Santo asi. Cómo algo que Dios ha dispuesto para ser usado por la iglesia con el fin de alcanzar metas, objetivos, obtener poder o capacidades sobrenaturales.
El don del Espíritu Santo y los dones del Espíritu Santo
El Espíritu de Dios nos ha sido dado como un regalo. No debemos confundir el don del Espíritu Santo con los dones del Espíritu Santo, ya que el primero se refiere a una persona, mientras que los otros se refieren a las capacidades que esta persona puede otorgar a un creyente.
«Los dones de Dios son importantes y necesarios pero su carácter es vital»
Podemos tener todos los dones del Espíritu sin tener el carácter del Espíritu, tal cual le aconteció a la Iglesia de Corintio. Ellos eran una iglesia rica en dones pero pobres en el carácter del Espíritu. Los dones de Dios son importantes y necesarios pero su carácter es vital.
El poder del Espíritu Santo en las manos de alguien sin el carácter es muy peligroso, es como el fuera de control. El fuego controlado es como una casa tibia o un plato de comida caliente. En cambio, el fuego sin control es como un incendio que destruye todo.
El rol y misión del Espíritu Santo
Hoy el Espíritu Santo está en medio de los escogidos para cumplir con el rol de líder y guía de la Iglesia. Él es la máxima autoridad de la iglesia; está sobre pastores, ministros y líderes. De él emanan los planes y los propósitos específicos que Dios tiene para cada hombre, mujer y congregación en el mundo. Nadie puede decirle qué hacer, podemos pedirle que haga algo por nosotros, pero jamás decirle qué hacer ya que el Espíritu Santo es Dios mismo; quién todo lo sabe, todo lo hace y todo lo puede. El ha sido enviado para; guiar, cuidar, fortalecer, iluminar, corregir, redargüir, capacitar y santificar a la iglesia.
El Espíritu Santo y la santidad del creyente
La mayor manifestación de la presencia del Espíritu Santo es la santificación del creyente. Él está encargado de cumplir la voluntad de Dios en la vida de cada uno de sus hijos, siervos, ministros y seguidores. Impregna el deseo por la santidad en cada creyente. Es el responsable de darnos una nueva naturaleza. Si bien, un creyente puede pecar, jamás pecará en indiferencia a esta nueva naturaleza. El Espíritu Santo pone en nosotros el querer santificarnos y el poder hacerlo. Impregna en nuestros deseos querer hacer la voluntad de Dios, aunque esta sea diametralmente opuesta a nuestra voluntad. Nos hace mansos para soportar las exigencias de Dios y cuando fallamos, nos llena de fe, gozo y paciencia para intentar una y otra vez alcanzar la medida de un verdadero hijo o hija de Dios.
Se opone a nuestra destrucción aunque las maquinaciones vengan de nuestro propio corazón. Nos estorba, redargüye e impulsa a escapar de cualquier pensamiento, deseo, sentimiento o estímulo que puede ir en desmedro de nuestra relación con Dios.
«La mayor manifestación de la presencia del Espíritu Santo es la santificación del creyente»
Si un creyente se siente cómodo pecando, puede desobedecer la palabra de Dios y sus mandamientos deliberadamente, poniendo sus deseos por encima de la voluntad de Dios. Estamos ante alguien que no ha nacido del Espíritu; puede que, como dice la Escritura, haya sido iluminado por la verdad de Dios, pero no ha sido liberado por el Espíritu de Dios. La Biblia enseña que el hombre puede creer y estar convencido de que; Dios existe, que la paga del pecado es muerte y que existe una vida eterna, pero aun así seguir viviendo en pecado. Esto ocurre debido a la ausencia de la presencia del Espíritu Santo en su vida.
«Pues es imposible lograr que vuelvan a arrepentirse los que una vez fueron iluminados —aquellos que experimentaron las cosas buenas del cielo y fueron partícipes del Espíritu Santo, que saborearon la bondad de la palabra de Dios y el poder del mundo venidero— y que luego se alejan de Dios. Es imposible lograr que esas personas vuelvan a arrepentirse; al rechazar al Hijo de Dios, ellos mismos lo clavan otra vez en la cruz y lo exponen a la vergüenza pública» (Heb 6:4-6).
«Queridos amigos, si seguimos pecando a propósito después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda ningún sacrificio que cubra esos pecados. Solo queda la terrible expectativa del juicio de Dios y el fuego violento que consumirá a sus enemigos» (Heb 10:26-27).
Al contrario de esto, el creyente que posee la presencia del Espíritu Santo en su vida, le es imposible practicar el pecado. Puede pecar pero no puede permanecer en el pecado, ya que su naturaleza ha sido transformada por el poder de Dios. El Espíritu Santo nos arrastra al arrepentimiento, nos guía en nuestra confesiones y restaura nuestras vidas para que podamos seguir avanzando en el camino de nuestro proceso de santificación.
Existen tres formas en las que un creyente experimenta la santidad. En estas tres formas, veremos la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:
La santidad posicional
Esta forma de santidad es la que gozamos hoy gracias al sacrificio de Jesús en la cruz. Aunque aún somos pecadores, su sacrificio y sus méritos nos posicionan como santos en la presencia de Dios.
La santidad progresiva
Este es el tipo de santidad que el Espíritu Santo va produciendo en nosotros mientras avanzamos en el camino del evangelio. Poco a poco vamos santificándonos aunque nunca alcanzaremos la santidad por completo.
La santidad absoluta
Esta es la santidad que recibiremos del Padre cuando entremos en la vida eterna. Esta santidad nos será otorgada debido a que el Padre nos escogió para salvación.