Durante las últimas ocho semanas hemos recibido una carga fuertísima en el corazón de parte del Señor para vivir en santidad, amarlo con todo nuestro corazón y entregarle nuestra vida. Puede llegar a ser muy frustrante si pensamos cómo lo vamos a lograr, cómo nos convertiremos en personas santas o cómo alcanzaremos la medida que Dios nos pide.
Muchos cristianos viven más tiempo frustrados que alegres en su relación con Dios. Viven más tiempo en derrota que en victoria porque sienten que lo que Dios pide es mucho. Es necesario entender que Dios hará cosas en nuestra vida que serán un suceso y otras en que será a través de un proceso. Si eres de aquellos que quiere hacer la voluntad de Dios pero sientes que no puedes, este mensaje es para ti.
Un suceso es algo que ocurre de manera eventual e inesperada que está fuera de nuestro control. Este no carece de importancia ya que de alguna manera llama nuestra atención, marca nuestras vidas o transforma nuestra realidad. Un proceso es un conjunto de obras planificadas – ¿Has oído alguna vez en la Biblia que Dios tiene un plan?-
Dios trabaja en tu vida con un proceso. Él tiene un plan; tiene a las personas, los recursos, los tiempos y todos los sucesos que se van a dar dentro de ese proceso
implica un número no menor de personas, actividades programas y recursos materiales coordinados para conseguir un objetivo previamente identificado.
La vida del cristiano consta de dos cosas: sucesos y procesos. Los procesos serán constantes en tu vida si eres un creyente. Dios trabaja en tu vida con un proceso. Él tiene un plan; tiene a las personas, los recursos, los tiempos y todos los sucesos que se van a dar dentro de ese proceso. El problema está cuando los cristianos creen que Dios se mueve en sus vidas solo de suceso en suceso.
Ejemplo de un suceso es tu arrepentimiento, el día que te arrepentiste no te salvó del todo. Por ahí hay un dicho que dice “el que se arrepiente se salva” pero la Biblia dice que no. La palabra arrepentimiento en la Biblia viene del griego «metanoia» traducido a un lenguaje sencillo sería un «cambio de mente». Cuando tengo un encuentro con Cristo, supuestamente tengo un cambio en la mente y este cambio modificó mis gustos, mis deseos y por lo tanto tengo un cambio en mis conductas. Entonces, podríamos decir que el arrepentimiento por consecuencia trae transformación a todo lo que soy, pero en muchos creyentes eso no pasa. Se arrepienten porque reflexionan que han hecho algo que está mal, pero eso no es arrepentimiento genuino.
¿La zarza o el trato?
Déjame preguntarte algo: ¿Qué es más importante? ¿El trato de Dios con Moisés o la zarza ardiendo?. Siempre nos impactan y nos gustan los sucesos. Por ejemplo cuando David mató al gigante, las plagas en Egipto o cuando Dios abrió el mar. Pero los sucesos no son trascendentes ni relevantes como será el proceso en tu vida. A lo largo de la Biblia vemos a hombres y mujeres todos impactados por un suceso pero todos tratados por un proceso, algunos de 20, 50, hasta 100 años. Pero ¿Tienes la paciencia para esperar 50 años?
El problema no es la ley…
«Por lo tanto, el problema no es con la ley, porque la ley es buena y espiritual. El problema está en mí, porque soy demasiado humano, un esclavo del pecado» (Rom 7:14)
Por lo tanto, el problema no es con la ley dice el apóstol Pablo. Escucha bien, lo primero que debemos entender que nuestro problema no es con la Biblia, el pastor ni con el predicador, no es con la iglesia. Debemos asumir que tenemos un déficit espiritual. Si no fuera así, la Biblia jamás nos diría: «sé lleno del Espíritu Santo u oren sin cesar». El único perfecto en la historia de la humanidad es Cristo Jesús, todos los demás tenemos un déficit. Entonces, el apóstol Pablo dice: por lo tanto el problema no es la ley porque la ley es buena y espiritual. El problema está en mí porque soy humano, un esclavo del pecado. Pero ante todo esto, nuestra respuesta y esperanza está en Cristo.
«¿Qué podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como estas? Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra? Si Dios no se guardó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos dará también todo lo demás?» (Rom 8:31-32).
Dios nos dará todo lo que necesitamos. Si nos dio la salvación ¿no nos dará también la libertad, la conversión, el dominio propio, la santidad y toda la batería que necesitamos para ser más santos, para amar más y mejor? El Dios que te salvó proveerá todo lo que necesites para ser santo como él demanda, amoroso como él demanda. El Espíritu Santo te dará todo lo que necesites.
Nadie puede condenarnos porque Dios mismo nos puso en una relación correcta con él. Entonces, ¿quién te puede condenar? ¿Quién puede decirte que no lo lograrás? O ¿Que tú no llegarás a la vida eterna? Porque Jesús murió y resucitó por nosotros y está sentado en un lugar de honor a la diestra de Dios e intercede por ti todos los días. Tú no vences porque puedes, tú vences porque Cristo intercede. Estás leyendo esto hoy porque él oró por ti hace dos mil años (Jn 17).
Nuestra victoria es absoluta en Cristo. Si me preguntaras: Lobsam ¿tú crees que te podrías perder? Yo respondería: «Cristo me salvó con tal arrojo, potencia, amor, holgura, poder, celo y voluntad que no creo que me vaya a perder» Te lo digo sin arrogancia. Fue tan importante el rescate de Jesús a mi vida que no creo que me vaya a perder. Si el infierno lanza cuerdas para agarrar mis pies, el cielo lanza cuerdas aún más grandes y gruesas para salvar mi vida.
Nadie podrá separarnos del amor de Dios. Cuando miramos la cruz, cuando miramos a Cristo sentimos tal seguridad. Si nuestros pies caen en la trampa del pecado nosotros podemos mirar a Cristo y decir lo mismo que dijo el apóstol Pablo:
Dios no te cambiará de la noche a la mañana. Él todo lo hace a través de un proceso
¡Señor! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?. No luches más solo. Lucha con Cristo. Cuando tengas vergüenza de levantar tus ojos porque pecaste, di: «Señor, pequé». Y tu Señor te va a perdonar, te vendará, sanará y restaurará. Luego te pondrá de pie y si olvidaste cómo caminar por la herida, entonces te enseñará a caminar.
Dios no te cambiará de la noche a la mañana. Él todo lo hace a través de un proceso; tiene a la gente que te rodeará, los recursos, la iglesia donde te congregarás, las personas que te pastorearán y el tiempo que se va a tomar en hacerlo. Él tiene todo pensado, tú debes hacer una sola cosa; cuando el diablo te diga no sigas más, tú permanece. Cuando tu corazón te diga no puedo más, tú permanece. Puedes clamar como el apóstol Pablo: «Señor ten misericordia de mí». Esto toca de tal forma el corazón de Dios, que cuando al hombre no le queda nada, el paladín de los pobres y desamparados, de aquellos que no tienen a nadie, corre al rescate de aquellos que suplican piedad y lo llaman. No escatima en recursos para levantar a uno de los suyos porque nada nos separará del amor de Cristo.



